Hace dos años que renuncié al trabajo de toda una vida y hace no mucho que me percaté de algo.
No me fui solo con un mal arreglo y un sabor amargo en la boca, si no con muchas otras herramientas que habiendo dejado pasar agua bajo el puente, ahora las estoy reconociendo valiosisimas.
Y no tiene que ver con el dinero o los títulos (llora en aguinaldo y bonos).
Si no con todo lo aprendido, experimentado y adquirido.
Yo no lo veía pero sin saberlo, ese trabajo me entrenó para ser la contadora de historias que soy.
La corpo me hizo mejor storyteller.
Te cuento.
Cada vez que se necesitaba cubrir un puesto en cualquier área de la empresa, primero se posteaba internamente y luego salían a buscar afuera.
Si el puesto te interesaba, te tenías que postular presentando una serie de documentos y cumpliendo ciertos requisitos y si el gerente contratante lo consideraba, pasabas a la segunda instancia que era la entrevista.
Las entrevistas tenían siempre el mismo formato. No te preguntaban por tus virtudes o defectos o te pedían que recites tus títulos, para eso estaba el CV.
En la entrevista te pedían que cuentes historias.
Sí, así como lo lees.
Se las llaman entrevistas conductuales o por competencias.
Así que llegabas al día de la verdad con una serie de historias en tu cabeza que pudieran encajar con preguntas como:
“Contame qué hiciste el día que un cliente enojado se puso difícil”
“Describí una ocasión en la que hayas tenido que cambiar de estrategia a último momento”
”¿Cómo manejaste la frustración ante una propuesta/proyecto que no haya salido como estaba planificado?”
Todas las respuestas las tenías que enfocar para que pudieran demostrar que eras el más apto para ese puesto que querías ganar. Y como las preguntas eran aleatorias, tenías que pensar historias que se adaptaran a una gran cantidad de ellas.
La cosa es que en 2018 por primera vez se abrió un puesto global en Argentina.
Los puestos para ejecutivos globales son escasos porque justamente, manejan cuentas enormes que tienen presencia en muchos países.
Es un desafío grande y hermoso. Ver cómo se manejan otros monstruos de la industria, tener clientes de compañías que admiras, manejar otros números, otros usos horarios y equipos en otros países.
Hacía años que esperaba esa oportunidad así que me postulé.
Mi futuro jefe estaba en Colombia, lo llamé para presentarme, le mandé todos los papeles en tiempo y forma, y me dediqué a hacer todo el lobby necesario para que sepan que yo era la mejor opción. (Sobre esto del lobby voy a hablar en otro correo).
La cuestión es que la fecha de la entrevista no llegaba. Pasaron semanas, un mes, y de la entrevista ni noticias, hasta que un martes cualquiera recibo un llamado a las 8 de la noche de un teléfono que no era de Argentina.
Era mi posible jefe llamando desde Colombia y lo que escuché después de su saludo me dejó helada:
- Mañana tenés la entrevista.
- ¿¿¿Mañana??? (normalmente te las informaban con al menos una semana de anticipación)
- Si, mañana a las 9 am.
- Ok, genial y tengo que preparar algo? (simulando que no me estaba dando un infarto)
- Si, una presentación con tu propuesta para alcanzar los objetivos del próximo trimestre.
Pequeño silencio post desmayo.
- Una pregunta: ¿cuáles son los objetivos del próximo quarter?
- Ahhh menos mal que consultas! Por lo general se quedan tan asustados con la noticia que no preguntan lo mas importante: el numero al que tienen que llegar. En unos minutos te los paso por mail.
Cuando recibí el llamado estaba en el Café Tortoni, mostrándole la ciudad a los padres de una amiga mexicana. Mi guía turística se tuvo que esfumar para ir corriendo a sentarse a la computadora.
Tenía solo 12 horas para lograr una presentación que impacte y preparar una entrevista que gane.
De más está decir que no dormí, me puse manos a la obra con una idea que tenía y con los datos que el gerente me había enviado.
Preparé una propuesta para alcanzar el bendito goal, guiándome por los 4 pilares corporativos. Hice un cronograma con cada una de las acciones que iba a hacer en los primeros 30-60-90 días y cómo pensaba seguir creciendo mi cartera de clientes.
Al otro día mi hermosa presentación, mis nervios, mis ojeras y yo fuimos a la entrevista.
Salí sabiendo que había ganado. No por el resultado, si no porque sabía que había dado lo mejor de mi.
Sabía que había tenido solo 12 horas para armar la presentación, pero tenía 14 años de preparación.
Por suerte mi perfil coincidió con lo que estaban buscando y fue mi trabajo en mis últimos 5 años en la corpo.
Así que siguiendo con mi ciclo para re-contarme mi historia: Haz lo que yo digo (y lo que yo hago), tenemos nueva entrega.
Entrega #3: “La historia que (me) cuento define el lugar que ocupo”
Esa entrevista me enseñó cosas muy valiosas para la vida y para los negocios:
No ganás por tener el mejor CV. Ganás cuando sabés contar por qué vos sos la mejor opción.
Solo necesitas al menos una persona que confíe en lo que tenés para dar.
Hay que estar atentas a las oportunidades, pero hay que estar preparadas para afrontarlas.
Sin acción, no hay premio.
Hay que hacer las cosas muerta de miedo, con dudas, sin todo perfecto, pero hacerlas!
Y eso no cambió, aunque ahora mi jefa sea yo.
Las entrevistas cambiaron por cafés de negocios.
Los reportes, por posteos.
Los clientes, por personas que creen en lo que tengo para ofrecer.
Pero algo se mantiene intacto: la historia que cuento define el lugar que ocupo.
Y si vos también sentís que es momento de ocupar otro lugar —uno que te emocione, te represente, y también te pague—, estate atenta.
Porque estoy a punto de lanzar algo que quizás sea tu punto de partida.
Si sentís que llegó el momento de pasar del “tengo una idea” al “mirá lo que armé”,
del “ya hice mil cursos” al “hoy tengo una propuesta real”,
entonces:
no te cuelgues.
Todavía no abrí inscripciones, pero abrí la puerta para las que quieren enterarse primero haciendo click acá:
Porque el deseo es hermoso, pero la acción lo convierte en plan.